2.3.20

TRAVESÍA POR LA VIDA - 26 DE FEBRERO 2020


FRASE DE LA SEMANA

"Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas gritarás con amor, si corriges corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor”
San Agustín



1.        PROMOVIENDO Y DEFENDIENDO LA FAMILIA Y LOS VALORES CRISTIANOS






  1.1. Cuaresma, tiempo para desconectar el celular y conectarse al Evangelio


Hoy, miércoles de ceniza, se inicia el tiempo de cuaresma y por ello queremos compartirle algunos extractos del mensaje de nuestro Papa Francisco en su audiencia general.
Vivimos en un tiempo “contaminado” por demasiada violencia verbal, por palabras ofensivas y dañinas, “inundados de palabras vacías”, y en medio de este rumor “nos cuesta escuchar la voz del Señor”. La Cuaresma, en cambio, “es tiempo para apagar la televisión”, para “desconectarnos del celular y conectarnos al Evangelio”, es tiempo para entrar en el desierto con Jesús, porque “dialogar en silencio con el Señor nos devuelve la vida”.
Imaginemos que estamos en un desierto: nos alejamos de los ruidos, de todo lo que nos rodea habitualmente y nos envuelve un gran silencio. En el desierto hay ausencia de palabras, y así podemos hacer espacio para que el Señor nos hable al corazón: es el lugar de la Palabra de Dios. En el desierto, también nos alejamos de tantas realidades superfluas que nos rodean, aprendemos a “ayunar”, que es renunciar a cosas vanas para ir a lo esencial. Por último, el desierto es un lugar de soledad. Allí podemos encontrar y ayudar a tantos hermanos descartados por la sociedad, tantos hermanos solos que viven en el silencio y en la marginalidad.
En un mundo contaminado por palabras ofensivas que “la red amplifica”, el Papa Francisco invita en esta Cuaresma a hacer “silencio en el corazón”, porque "solamente en el silencio" se puede escuchar la voz de Dios. En medio del rumor de la mundanidad, el Santo Padre constata la dificultad de escuchar la voz del Señor cuando, en cambio, necesitamos hablar con Dios “como el pan, más que el pan", porque “sólo ante Él salen a la luz las inclinaciones del corazón y caen los dobleces del alma”.
El camino a través del desierto cuaresmal es un tiempo propicio en nuestra vida para apagar la televisión y abrir la Biblia; para desconectarnos del celular y conectarnos al Evangelio; para renunciar a tantas palabras y críticas inútiles para estar más tiempo con el Señor, y dejar que transforme nuestro corazón.
La reflexión del Papa de este miércoles se detiene en las muchas cosas inútiles que rodean nuestras vidas, y en la carrera en la búsqueda de cosas que “parecen necesarias pero en realidad no lo son”. En su lugar, observa cuánto bien nos haría "deshacernos de tantas realidades superfluas, para redescubrir lo que importa, para reencontrar los rostros de los que están a nuestro lado”. Y el ejemplo de esto, señala, "nos lo da Jesús al ayunar":
Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial. Ayunar no es solamente para adelgazar, ayunar es ir precisamente a lo esencial, es buscar la belleza de una vida más simple.
El desierto, “lugar de soledad”, explica el Pontífice, nos conduce también a encontrar muchos otros “desiertos”: son las personas solas y abandonadas, los pobres y los ancianos que están a nuestro lado y que viven en el silencio, "marginalizados y descartados". El desierto cuaresmal, afirma el Papa, “es un viaje de caridad hacia los más débiles”.
El desierto nos conduce a aquellos que, silenciados, piden en silencio nuestra ayuda.
En el inicio del tiempo de Cuaresma el Papa Francisco hace presente que “en el desierto se abre el camino que nos lleva de la muerte a la vida”. Y es por eso que invita a entrar en el desierto "con coraje", porque saldremos de Él "saboreando la Pascua, la potencia del amor de Dios que renueva la vida":
Que el Señor nos ayude a entrar en el desierto cuaresmal, que lo sepamos recorrer a través de la oración, el ayuno y las obras de misericordia, para que podamos gustar la Pascua, la fuerza del amor de Dios que hace florecer los desiertos de nuestra vida.


2.        EN DEFENSA DE LA VIDA


  2.1. HOY SE INICIA CAMPAÑA DE AYUNO Y ORACIÓN 40 DÍAS POR LA VIDA


Este 26 de febrero, Miércoles de Ceniza, comienza una nueva edición de la campaña internacional de ayuno y oración 40 Días por la Vida, con la confianza de que Dios “cumplirá su promesa” y “la cultura de la muerte terminará y Él reinará”.
40 Días por la Vida, que comenzó en 2004 en Estados Unidos, se extenderá hasta el 5 de abril. En el mundo se realizarán cerca de 600 campañas, de las cuales 152 tendrán lugar en diversos países de Iberoamérica.
En el Perú, la jornada se realizará este año tanto en Lima como en Huaraz y el lanzamiento ha sido con una misa a las 7:00 PM en la iglesia San José de Jesús María.
Para más información pueden visitar en Facebook 40 días por la vida Perú o comunicarse al celular 988 896 921.




2.2.    Miles se manifiestan contra el aborto en Colombia tras asesinato del pequeño JuanSe


Miles marcharon este 22 de febrero en distintas ciudades de Colombia exigiendo “el fin del aborto”, inspirados por el reciente caso de Juan Sebastián, conocido como JuanSe, un bebé abortado cuando tenía cerca de ocho meses de gestación.
De acuerdo a los organizadores, alrededor de 20.000 personas se sumaron a las manifestaciones, realizadas tanto en Bogotá como en otras importantes ciudades como Medellín, Cali, Armenia, Pereira, Ibagué y Cúcuta.
En un manifiesto remitido a ACI Prensa, los manifestantes señalaron que “nos hemos unido muchas organizaciones, cada vez estamos más unidos, cada vez somos más, la sociedad civil ha despertado, para denunciar que en la Corte Constitucional están ocurriendo cosas que no están bien”.
“Esta marcha por el fin del aborto, marca un hito en Colombia por la búsqueda de la unidad del movimiento provida en el país”, indicaron los organizadores.
El aborto fue despenalizado en Colombia para los casos de riesgo de vida de la madre, violación sexual y malformaciones fetales el 10 de mayo de 2006, cuando la Corte Constitucional emitió la sentencia C-355/06.
El Ministerio de Salud (MinSalud) está trabajando en una reglamentación de la ley del aborto, siguiendo el mandato de la Corte Constitucional en su sentencia 096 de 2018, en la que hizo este pedido al Gobierno y al Congreso.


REFLEXIÓN DE LA SEMANA:





Forum Libertas 25/2/2020

Dada la influencia cristiana en la cultura occidental, tanto el respeto a la vida humana como la solidaridad, representan valores fundamentales de nuestras sociedades políticas. Estos valores, derivados de la razón humana y afianzados en la revelación bíblica, se encuentran tan profundamente arraigados en nuestra conciencia colectiva, que han alcanzado un vigor meta-religioso, esto es, un grado de coercibilidad moral que ha sobrepasado los límites de la cristiandad; incidiendo en la conducta de las grandes mayorías sociales de Occidente, sin distinción de credo alguno.
Estos dos valores se derivan del principio de la Dignidad de la Persona Humana, cuyo argumento racional consiste en que el hombre, por el solo hecho de serlo, tiene un valor que le es inherente en cuanto ser dotado de racionalidad y libre albedrío. Desde el punto de vista de la fe, el cristianismo nos ha revelado esta dignidad en su plenitud teológica, esto es: por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, por haber sido redimido por Cristo y por ser templo del Espíritu Santo; cada hombre, cada mujer, cada niño, cada anciano, sin distinción de ningún tipo; goza de una dignidad irreductible en todas las dimensiones y estadios de su vida. La persona humana es sujeto, no objeto; un alguien y no un algo; razón por la cual tiene un valor superior a todos los bienes, materiales e inmateriales. Y justo por ello es que el cristianismo rechaza y condena que el capital sea puesto por encima del hombre.
Esta dignidad de la persona humana es imperecedera, imprescriptible. Su duración es de extremo a extremo de nuestra existencia; en virtud de lo cual la vida humana debe ser respetada, preservada y protegida en todos sus estadios, desde la concepción hasta la muerte natural. Asimismo, la dignidad humana es causa de nuestro deber de solidaridad para con el prójimo. La solidaridad debe ser practicada para con el necesitado, ya que éste comparte con nosotros la misma dignidad humana.
Conforme a la moral cristiana, la dignidad de la persona humana nos insta a la valoración de la vida (propia y ajena) como un don divino, así como a la práctica de la solidaridad para con nuestros congéneres; siendo que estos dos valores (respeto a la vida humana y solidaridad) tienen su fundamento en el mandamiento de “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo”. Por amor a Dios y a nosotros mismos, debemos valorar y conservar nuestra propia vida; y por amor a Dios y al prójimo, debemos valorar la vida de este último y ser solidarios con él en la procura de su preservación. Asimismo, conforme a la doctrina cristiana, la vida humana debe ser vivida y compartida en el amor (“Amaos los unos a los otros”); siendo el amor la gran fuerza motriz de la solidaridad (“Lo que hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”).
Por estas razones, en toda sociedad de base cultural cristiana, resultará difícil de rechazar a priori una oferta ideológica que superponga al hombre sobre el capital, y que también muestre cierta preocupación por los sectores más débiles, vulnerables e indefensos del cuerpo social. Sin duda que estas dos posiciones, prima facie, pueden dar la impresión de que estamos ante una ideología que valora la vida humana.
En su discurso -mas no en su praxis- la ideología socialista propugna estas ideas. De allí que constituya un virus capaz de sortear las primeras barreras de defensa axiológica de nuestras sociedades políticas, culturalmente abiertas a la vida y dispuestas a la solidaridad. Y justo por ello, esta corriente de pensamiento político tiene una presencia particularmente endémica en nuestra región latinoamericana, pues se trata del mayor pulmón de la cristiandad, “el continente de la esperanza” en palabras de Juan Pablo II.
Como lluvia copiosa, el ideario socialista ha permeado el pensamiento de distintas generaciones en diversos países de cultura cristiana. Inducidos al error, víctimas de una oferta político-ideológica fraudulenta, muchos han llegado a asumir el socialismo como una corriente beneficiosa para la vivencia de los valores. Pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un auténtico canto de sirenas, un timo ideológico no apto para desprevenidos.
Quién no se detenga a analizar las inconsistencias filosóficas del socialismo, corre el riesgo de ceder ante sus seducciones, y terminar convirtiéndose, precisamente, en un instrumento ciego contra la defensa y protección de la vida humana, y contra la solidaridad en sus circunstancias de mayor vulnerabilidad.
Por el solo hecho de superponer el ser humano al capital, el socialismo no está reconociendo la plena dignidad de la persona humana; simplemente está poniendo al  capital por debajo del hombre, pero ello dentro de una escala en la que éste (el hombre) se encuentra por debajo del Estado, y este último por debajo de la Revolución; lo que, irremediablemente, conduce a un totalitarismo arbitrario y aplastante en que la persona es cosificada por el Estado, instrumentalizada por la Revolución, y tratada como mera pieza del sistema por el tiempo que sea pueda serle útil a éste.
El solo hecho de combatir la inmoral primacía del capital sobre el hombre, no hace de la ideología socialista una corriente favorable al ser humano. El socialismo es un pensamiento anti-humanista, esencialmente materialista, que niega la esencia espiritual y trascendente del hombre y que, por ende, valora únicamente el aspecto físico de la vida humana. Siendo, además, que esta valoración física es sólo por un tiempo limitado: mientras la persona sea lo suficientemente fuerte e independiente para no requerir del auxilio de sus congéneres. Por ello, la izquierda mundial aboga por el abortismo y la eutanasia.
Para los socialistas, el ser humano, en los frágiles extremos de su existencia biológica (fases intrauterinas y de proximidad a la muerte natural), no es un ‘alguien’ sino un ‘algo’, una cosa de la que se puede disponer. Para ellos, la vida del ser humano en el vientre de la mujer, es concebida como un apéndice del cuerpo femenino, una especie de órgano, y casi que un tumor extirpable a voluntad de la madre filicida. Para ellos, asimismo, la vida del enfermo terminal no es más que un desecho familiar.
En el ADN del Socialismo se encuentra el gen de la contradicción más profunda a sus postulados de defensa y solidaridad para con los desvalidos y más vulnerables. Para encontrarse con la veracidad de esta afirmación, bastaría con dar sincera respuesta a las siguientes interrogantes:
¿El derecho a la vida es exclusivo de las personas sanas y que puedan valerse por sí mismas? ¿Tenemos el deber legal y moral de socorrer a una persona que desea suicidarse, pero no con respecto a una persona que, por estar impedida de suicidarse, le pide a otra que le cause la muerte por eutanasia? ¿La solidaridad y el deber de socorro que nos instan a salvar la vida de un criminal que corre el riesgo de morir en su claustro carcelario; no procede para salvar al ser humano mientras está en el claustro materno? ¿Mientras está en el vientre de su madre, el hombre no es ser humano? ¿Si una madre primeriza lo es, precisamente, por su relación con el niño que lleva en su vientre, y este niño no es una persona sino una cosa desechable, entonces la mujer embarazada tiene relación de maternidad con respecto a una cosa? ¿Puede protegerse y defenderse al desvalido -incluidos el enfermo terminal y el ser humano intrauterino- sin respetar el más sagrado de sus derechos, que es la vida?
Lo que resulta una perogrullada viene a ser el mayor signo de contradicción en la bitácora del buque socialista. Éste, una vez asumido el poder político, siempre encalla en las aguas poco profundas de no respetar la dignidad humana. Los más vulnerables: aquellos a quienes se ha ensalzado y seducido con promesas de protección, respeto y defensa; terminan siempre pisoteados, cosificados cual si fueran simples piezas en el juego revolucionario.
La vida, el más sagrado de los derechos humanos, es tratado por el socialismo como si fuera un plus en la esfera jurídica del hombre: un atributo del que se puede carecer según las circunstancias previstas por el sistema.
Al concebirse la vida humana de manera reductivista (sólo en sus dimensiones material y temporal, y excluyendo sus extremos inicial y final), se incita a la cultura de la muerte y de la insolidaridad; se pretende vaciar de contenido moral el deber de no matar, así como el de hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para preservar la vida propia y ajena.

Es tal el desprecio por la vida humana en el pensamiento de izquierda, que mientras su abortismo militante los lleva a considerar al feto humano como un mero apéndice del cuerpo femenino, un ‘algo’ carente de todo derecho porque -según ellos- no es persona; por otra parte, incurren en la aberración jurídica de declarar a las semillas de las plantas como sujetos de Derecho. Sí, apreciado lector, tal cual: un sujeto de Derecho, es decir, un sujeto capaz de ser titular de derechos y vincularse mediante obligaciones personales; tal como lo sabe cualquier estudiante de primer año de Ciencias Jurídicas. En este sórdido despropósito incurrió la mayoría parlamentaria del socialismo chavista cuando, en 2005, dictó una Ley de Semillas venezolana, en cuyo artículo 4 estableció que “Se reconoce a la semilla como ser vivo y (…) y sujeto de derecho…”
Así son las cosas en el socialismo: un sistema de creencias con los valores a todas luces invertidos; donde una semilla (ad exemplum: un frijol) es reputada como sujeto, mientras que un ser humano es tratado como objeto. Para los socialistas, una semilla es un sujeto de Derecho; lo que implicaría la posibilidad de que ésta sea titular de derechos -incluida la vida-, mientras que un ser humano en el vientre materno carece de derecho a la vida porque no es un sujeto sino un objeto. En pocas palabras, para un socialista, el niño que una mujer lleve en su vientre no tiene madre sino ‘propietaria’.
Más que dantesco resulta el imaginarse a alguna de las ‘parlamentarias del horror’, (diputadas chavistas que aprobaron semejante aberración legislativa), arrullando tiernamente a un grano de frijol o de arroz, después de haber abortado -asesinado- al hijo que llevaba en su vientre.
Olvidaron los socialistas chavistas que la semilla es capital, un insumo para el agro; y que, por tanto -apegados al pensamiento del propio Karl Marx- mal puede ser privilegiada por encima del ser humano en su fase intrauterina. ¡Vaya contradicción!
Mientras redactamos estas palabras, los socialistas avanzan en sus procesos legislativos para despenalizar el aborto en México y para aprobar la eutanasia en España. Son persistentes en su misión de instaurar la cultura de la muerte y de la insolidaridad para con los seres humanos más desvalidos y vulnerables.
Oportunidad para que nuestras naciones hagan gala de ese gran acervo moral de nuestra cultura cristiana, que es el humanismo integral; y, solidariamente, plantemos cara en defensa de la vida humana, muy especialmente en ese sagrado estadio que es la gestación en el vientre materno.

“Antes de haberte formado yo en el vientre de tu madre, te conocía; antes de que salieras de su seno te consagré.” (Jer. 1:5).






ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María,
aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o
de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la Vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo
como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo
con solícita constancia, para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida. Amén

San Juan Pablo II










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