1.12.08

No tenemos más rey que el César: a propósito de recientes elecciones en EE.UU.



Traducción: Nancy Freundt

CEPROFARENA

Elecciones Parte I: "No Tenemos más Rey que el César"

Ahora que las elecciones han pasado, podemos separar a los verdaderos católicos de aquellos que solo fingen serlo. Quienes aún se sienten tambalear ante los resultados de las elecciones pueden estar seguros que están bien acompañados de los santos. Quienes han trazado una línea en la sangre y han tomado la decisión de estar al lado de la cultura de la muerte necesitan un serio examen de conciencia. Ahora veamos lo que nosotros mismos nos hemos hecho. Los Estados Unidos ha tomado la “opción” por su más alto líder y el resultado no es para nada bonito. De hecho, es uno de los golpes más devastadores a la civilización americana que hayamos alguna vez sobrellevado, y no estoy exagerando. Hasta una figura de la santidad de la Madre Teresa dijo que “una nación que mata a sus propios hijos no tiene futuro”; asimismo, una autoridad de la talla del padre Benedict Groeschel recientemente comentó que hemos entrado al “comienzo del ocaso” de nuestro país –terribles palabras que tocan el hecho de haber elegido al más extremista de los candidatos pro-aborto que haya los Estados Unidos tenido la desgracia de ver ocupando el más alto cargo de nuestra nación.

Y sin embargo, esto ya ha sucedido antes. Cuando el profeta Samuel se quejó ante Dios que el pueblo de Israel pedía un rey, el Señor Dios replicó que no estaban rechazando a Samuel sino que de hecho estaban rechazando al mismo Dios, Su soberanía y Su autoridad sobre ellos (1 Sam, 8). También le dijo a Samuel que la gente tendría que aceptar las consecuencias de su malvado deseo, y, como sabemos, la pusilánime necesidad de ser como las naciones paganas que les rodeaban fue para ellos una amarga píldora de tragar. El pueblo de Israel volvió a repetir el rechazo de su Dios más de mil años después, cuando el Rey de Reyes y Señor de Señores estuvo parado ante ellos en el burlesco ropaje púrpura de Herodes y la gente gritó, esta vez con vehemencia: “¡No tenemos más rey que el César!” En esencia, hemos escogido a Barrabás sobre Cristo –otra vez.

Y las opciones traen consecuencias, dicen. Las consecuencias de estas elecciones quedarán impresas en nuestra conciencia nacional en los años por venir, y una de ellas es que al haber elegido a extremistas pro-aborto para que nos gobiernen, tanto en la Presidencia como en el Congreso, hemos ya perdido la bendición prometida en el Salmo 41:1-4 –“Dichosos los que cuidan del pobre y desvalido; cuando la desgracia les golpee, el Señor les pondrá a salvo. El Señor les guarda y les conserva en vida para que sean dichosos en la tierra, y no les entrega a la saña de sus enemigos. El Señor les sostendrá en el lecho de dolor.” Es difícil para los americanos el imaginar que una nación tan consagrada pudiese ser despojada de tal bendición. No obstante, hemos construido nuestro lecho de dolor y debemos recostarnos en él.

Esto no sucedió, sin embargo, sin terribles y prolongadas advertencias sobre la institucionalización del mal. No podemos decir que no fuimos advertidos. Cuando no funcionó la persuasión moral sobre la matanza de los inocentes, la ciencia racional fue nuestro testigo. Cuando la ciencia fue ignorada y luego puesta al servicio de los trabajos de muerte, el SIDA y las enfermedades de transmisión sexual llegaron para despertar las conciencias de la gente, sin conseguir mayores resultados. Tuvo Dios entonces que permitir tal embestida de terrorismo, huracanes, tornados, inundaciones, incendios forestales, terremotos y tsunamis en la década pasada, que sin duda pensó que nos haría despertar a la mortal realidad de la cultura de la muerte y arrepentirnos. Cuando esto no sucedió, nos golpeó en la parte más sensible de nuestro cuerpo humano: nuestras billeteras. Las alzas en el precio del combustible y la reciente caída financiera seguro lo conseguirán, pensó El, pero aparentemente tampoco esto sirvió, porque nuestro pueblo rehusó con dureza el ser disuadido a ningún precio de nuestra codicia por el aborto y ha puesto en el cargo a todos aquellos que habrán de servir a los intereses de esta maligna agenda por décadas a venir. Vaya, debemos todos ponernos de rodillas y arrepentirnos desde lo más profundo de nuestros corazones por la plaga que acabamos de convocar sobre nuestra amada nación.

Al mismo tiempo, mis amigos, y a pesar de lo lúgubre del cuadro, es el momento de agradecer a Dios Todopoderoso por el regalo que nos ha dado de la vida, del amor y la familia. También es el momento de involucrarnos seriamente en el esfuerzo de recuperar la cultura para que un día nuestros políticos sigan el desarrollo de una nueva cultura pro-vida de las semillas que hoy plantemos.

Sinceramente suyo en Cristo,

Rev. Thomas J. Euteneuer

Presidente, Vida Humana Internacional

Parte II – La Cultura Católica y la Elección de Barack Obama

Ya no es posible hablar de una “cultura católica” en los Estados Unidos. Todo un segmento de la población que se llama a sí misma “católica” no se siente sujeto a ningún estándar de juicio u ortodoxia católicos. De hecho, ni siquiera es posible hablar de una cultura católica en la mayoría de las parroquias! En una reciente “feria ministerial” en una parroquia católica en el sur de La Florida, el ministerio Respete la Vida de la parroquia desplegó su material pro-vida junto a la mesa del comité de “justicia social” de la misma parroquia. Cualquier lugar común entre ambos ministerios estaba simplemente en el espacio que compartían. Su visión del mundo no podría haber estado más alejada y sin embargo ambos se llaman católicos.

De hecho, la gente de la “justicia social” estaba positivamente deslumbrada por la elección de su nuevo mesías, Barack Obama. Muchos de ellos hablaban de sus planes para ir a la toma de mando y estaban del todo ajenos al hecho de que tan solo dos días después 100,000 personas estarían marchando hacia el Capitolio por el derecho a la vida de los americanos no nacidos, el que habían votado como irrelevante al elegir a Obama en el más alto cargo del país. Uno de ellos hasta expresó su asombro hacia las disposiciones de la Ley de Libertad de Opción, hasta que fue confrontado al pequeño y molesto hecho de que su mesías fue auspiciador de ese proyecto de ley en el último Congreso. Fiel a las formas, rehusó firmemente que aquella verdad afectara en modo alguno su euforia. Su mente ya estaba decidida y no iba a permitirse el ser confundido por los hechos. Innecesario decir que los católicos pro-vida, ortodoxos, practicantes y creyentes, no van a asistir a la toma de mando.

¿Cómo pueden estos dos grupos sentarse lado a lado en las mismas bancas y desarrollar sus ministerios en el mismo espacio de la misma parroquia católica? Sencillamente porque esta contradicción ha sido por años tolerada por aquellos a cargo de nuestra Iglesia. En esta época de elecciones ninguno de estos dos grupos recibió ningún tipo de guía en cuanto a votar de acuerdo a los principios católicos, porque, como de costumbre, hubo silencio desde el púlpito sobre este tema. El fracaso absoluto de los líderes de nuestra iglesia en definir para nosotros lo que significa ser miembro de la Iglesia –y luego aplicarlo- ha llevado a la degradación de la cultura católica y a la pérdida del sentido de lo sagrado. Cuando a Cristo y a Belial se les considera socios por igual en el santuario, entonces ya nada en el santuario tiene sentido nunca más y ningún estándar significativo existe para distinguir a un verdadero católico de uno falso.

La degradación de la cultura católica es ampliamente, aunque no exclusivamente, la culpa del clero. Por cuatro décadas en la Iglesia Católica de los Estados Unidos hemos visto:
1.- Abusos litúrgicos correr desenfrenadamente, apoyados e instigados por aquellos a cargo.
2.- Dos o tres generaciones de católicos dejados sin catequizar o enseñados con una endeble maraña protestantizada, pasada como educación católica.
3.- Abuso sexual de clérigos disculpado e inatendido por la jerarquía.
4.- El hacerse de la vista gorda con el disentimiento de perfil alto y con herejes de la clase política.
5.- Ataques al por mayor a las enseñanzas sagradas, que prácticamente no reciben respuesta alguna de nuestros pastores (y si no fuera por Respuestas Católicas, EWTN y la Liga Católica, no tendríamos ningún tipo de defensa).
6.- El haber sucumbido de nuestras instituciones católicas de enseñanza superior a los estragos de lo políticamente correcto, y la lista continúa.

En vista de todo esto, ¿deberíamos sorprendernos de que el 54% de “católicos” votara por Obama? Difícilmente.

La batalla por la cultura católica comienza con nosotros, y no hay mejor momento que el presente para ponerse la armadura del combate espiritual. O creemos y practicamos lo que la Iglesia enseña, o vivimos como parte de la iglesia de la penumbra, falsamente comerciando con el nombre de católico por sus beneficios, sin llevar al hombro las cruces que esto conlleva.

Hay, sin embargo, gran esperanza para el futuro porque la batalla ya ha empezado: nuevos centros de educación superior están apareciendo para reemplazar las viejas decrépitas casas de herejía; nuevas órdenes religiosas con abundantes vocaciones y ortodoxia han aparecido; familias que dan enseñanza escolar en el hogar, y fuertes movimientos laicales son ahora abundantes. Tan solo cuando recuperemos nuestra amada Iglesia de los falsos católicos y clérigos podrá nuestra Iglesia pararse y repeler los vientos tormentosos de paganismo que están creciendo a mayor velocidad de lo que quisiéramos admitir.

No obstante, no es que este proyecto no tenga su precio. El costo de ser un verdadero creyente sin duda será mucho más alto que nunca antes en toda nuestra vida. Comenzando ahora y en la próxima generación, nosotros como católicos tendremos que demostrarle al mundo no solo en qué creemos sino también que estamos dispuestos a perder nuestras vidas por ello como testigos de la verdad.


Sinceramente suyo en Cristo,

Rev. Thomas Euteneuer,
Presidente, Vida Humana Internacional

2 comentarios:

  1. Anónimo5:41 p. m.

    al autor del articulo:
    "el que este libre de pecado que tire la primera piedra"

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  2. Me uno a tu moción. Qué Dios tenga misericordia de nosotros.

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